A mis padres les gusta viajar, pero siempre regresan felices a su amado jardín con un estanque y rosales.
Desde el principio, diseñaron y fabricaron todo lo que hay en la casa hoy. Solo cuando se ponía el ojal se necesitaba ayuda del exterior. Mi papá es un ávido pescador y está muy interesado en las criaturas acuáticas. Por eso les construyó un estanque. En él nadan crucianos de color naranja dorado, y en verano los pájaros lo apagan.
Un pequeño estanque es la niña de los ojos de papá. Está decorado con piedras y lámparas iluminadas por helechos por las tardes. También hay un ancla y una fuente gorgoteante, que proporciona oxígeno a los peces que chapotean.
Mis padres cuidan el jardín y aunque es todo un reto, comparten maravillosamente sus deberes. Me enorgullece que la cuiden tanto y que gracias a su trabajo se haya convertido en un auténtico paraíso floral para toda nuestra familia. El crédito de la madre es que crecen rosas exuberantes a lo largo de los caminos, que también suben por la pérgola. Separa el estanque del huerto con árboles: manzanos, perales, ciruelos, albaricoqueros y cerezos. En otoño hacemos mousses de manzanas y albaricoques, y mermelada de ciruelas. Toda la casa huele a ellos
En la parte delantera tenemos un enorme árbol de Navidad, que siempre usamos para Navidad. Las tuyas de color verde oscuro forman una cerca natural.Las plantas y las flores son el orgullo de mamá, al igual que el césped que corta con entusiasmo. Los padres tratan este lugar con mucho amor, y recompensa permitiéndonos entrar en contacto con la naturaleza.
Agnieszka Huber